30 abril 2025

Aroma de limones por la playa


Es la brisa la que llama. Hay sensaciones de ternura aferradas por el aire.  

Una canción que suena al amanecer por el silencio de las palabras,

cuenta que hay quimeras de vida, y un cristalino temblor para tu nada.

Que es de osados, atreverse a beber los misterios de las madrugadas

y la entrega es un espacio de deseo, en esa magia del rocío de las plantas.  

Porque presenciar la niebla no es estar, es un sueño sin camino, sin final.

Ausentarse de la vida no es concluirse, es solo filosofía que acompaña.

Es fuente de sombras, de miedos y temores de lluvia lunar desesperada.  

Agua de manantiales, aguardando estruendosas la vida que se extraña.

Pronto, los rayos del sol van a brillar como luces de estrellas de bengala

aparecerán sensaciones y se impregnarán aromas de limones por la playa.


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16 abril 2025

Una fórmula para poder transcurrir por esta vida

De pronto la vi… estaba ahí con su pelito rubio y su ansiedad expectante, atravesando el enorme  
ventanal de la cocina.
Su mirada verde, parecía haber llenado de asombro la mañana.  
La niebla había borroneado todos los vestigios de lo alado y la niña en silencio, asombrada, se había 
quedado esperando. 
Ella siempre lograba arrancar del universo una ideación fantástica de sus ilusiones quebradas. -Que hueste de valientes gigantes llegó está mañana hasta aquí?-  
Le pregunté interesada -Ninguna todavía, pero algo increíble está por pasar- - Algo increíble? Cómo lo sabes?- 
Ella se volvió y me observó con esa miradita de niña desconcertada...  -Como? Acaso vos no podes escuchar los anuncios que se sueltan del susurro de las ramas? 
Vos no sentis ese  retumbar lejano de las mañanas? 
Exalo un paciente suspiro y me dijo con calma. 
Tenes que mirar las sombras en la parte impenetrable de la bruma y aguardar ...- 
Para ella, la bahía parecía estar repleta de fantasías. 
Creo que entre sus ganas amó, ató y soltó todos los personajes de sus espejos y los rodeó de incógnitas 
encrucijadas. 
Me acerqué a la ventana y me quedé a su lado mirando esa increíble pintura de cuento fantástico. 
Se sentía cálido el latido de su entusiasmo.   
La observé, su pícara narizota arrugada, era señal de alguna llegada esperada. - Ahí están, son Miles! – - Miles de que? No veo nada. – - Miles de defensores de las almas de los animales, del espíritu del rocío y de la melodía de las plantas. - De las almas? Del rocío?- - Si. No los ves? Están vigilando por la niebla-. 
Por mi parte, yo no podía ver nada. 
Sentí mucha vergüenza porque esa vez no quería decepcionarla.  
Por eso, hice un esfuerzo con la vista y me desafíe a mi misma para poder encontrar esas tremendas 
imágenes entre los despojos grises de esa incomprensible niebla... De repente, los vi, allí estaban! 
Mimetizados por todas partes, su  ropa confundida con el paisaje... Solo sus ojos explosionando como pequeños truenos refulgian por todas partes. 
- Los ví! Los ví! – grité entusiasmada y la miré, tratando de encontrar la complicidad de la pequeña 
visionaria… Pero ya no estaba ahí... a mi lado… de pronto, había  desaparecido y no me había dado 
cuenta… 
Me dolió su partida.  Me dolió que no hubiera esperado ver como desataba las ganas de contemplar de 
otra manera los milagros escondidos de este mundo…  
Me pregunté quién era.  Si hubiera sido yo misma, con esa sabiduría de niña de mi propia infancia? 
Si hubiera sido una presencia cualquiera que hubiera venido a alertarme para que continuará soñando la fórmula de poder transcurrir por esta vida?... No pude saberlo... solo me consolé pensando que tal vez 
volviera otra mañana cualquiera ... 

Cabriolas de Payasa

Brincaba, cantaba…de repente, corría.  La marcha del circo por poco la adoraba.

Su mueca pintada de risota desbocada, contaminaba emociones alborotadas.

Unos globos de colores feroces , se implicaban exaltados en la causa.

Era apasionado el juego imaginario, de hacer volar persecuciones aladas.

Parecían flores despilfarrando primaveras.  Delirios de brotes rescatados por la escarcha.

Yo la observaba excitada, embrujada, temía que algo la pudiera borrar del firmamento si dejaba de tocarla con mi carcajada. 

Ella, tenía la gracia de una gaviota alborotada salpicando vuelos de espuma por la playa.

De pronto, se acercó a mí cabriolando y me regaló el globo más chiflado. Inflado con soplos que buscaban deseos por el firmamento ilusionado… y a mí, que esperaba que la magia no se terminara nunca, de pronto se me incrustó en la cara una frase grandota y alterada.  -“Me eligió a mi…”-  y en mi mirada de niña desolada, se me reventaron unas lágrimas pavotas, que me contagió el presentir de una payasa atolondrada.


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13 abril 2025

Más allá al otro lado

Tal vez con tu recuerdo se me desarme un tonto suspiro, 

pero en el firmamento, hay alamedas, elefantes 

y una sangría nueva revoloteando el párrafo del atardecer.

Mas allá al otro lado de aquel lejano horizonte, 

siento que, por momentos, tienen aroma celeste las palabras 

y saben a gastados quebrantos los secretos.  

Yo estoy tejiendo sueños porque creo en los fantasmas. 

porque ahora esos arpegios perdidos de tu guitarra 

vibran pequeños encuentros para mis ansias.


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Un mundo repleto de palabras

Ella estaba forjada de aleteos de pájaros, de madera de botes, de enredos de ramas desorientadas.

Ella tenía mensajes silenciosos escritos en hojas de parra escarchadas.

De pronto, lo vio acercarse a lo lejos entre la inmensidad de aquel presagio.

El viento insistía esparciendo el perfume a tronco mojado que el joven impregnaba con su ropa empapada.

Al llegar el presintió que en aquellos ojos se habían partido en pedazos todos los mañanas.

Se conmovió con su pena y alojó ese temblor entre su mirada.

La tomó de la mano y la llevó por un rumbo repleto de palabras.


Cristina Ferreyra


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06 abril 2025

No hay trayecto sin camino el camino es la verdad

Gregorio había llegado hacía pocos meses a ese pueblo perdido del campo a fin ocupar el puesto de peón principal en una estancia del lugar. Tenía treinta y cinco años, rasgos viriles, y el aspecto de su fisonomía correspondía a la de un hombre de elevada fortaleza.  Su piel estaba resquebrajada por el sol y sus manos raídas por el trabajo de la tierra. Tales atributos, así como esa mirada penetrante que aparentaba saber todo sobre la mirada de los demás, parecía constituirse en el espejo por donde se proyectaba su pasado.

Más allá de eso, Gregorio, se había ganado rápidamente el respeto de sus compañeros de trabajo, debido a que era un hombre muy contenedor y si por alguna razón tenía que marcar alguna falta, lo hacía mediante el ejemplo y la enseñanza, sin enojarse ni ofender a nadie.

Sin embargo, los que lo conocían solamente de vista o por versiones, lo llamaban “el extraño”, en parte porque era muy callado, aunque también porque respondía de una manera poco común a las preguntas que se le hacían.

Tal vez, existía un gran motivo por el que a Gregorio no le gustaba responder a interrogatorios, aunque había una interpelación que por sobre todas las cosas, rechazaba con todo su ser.  Era esa pregunta tácita que el presentía tras cada saludo de los pueblerinos al pasar.  Se trataba del interrogante que una vez alguien se atrevió a manifestar, referido al dilema que provocaba esa senda que tomaba por las tardes después de la jornada laboral.  Interrogante al que Gregorio con muestras de reticencia, respondió

-“No hay trayecto sin camino, el camino es la verdad”-  

En aquel momento, a medida que la respuesta iba corriendo de boca en boca, nadie parecía entender lo que el extraño había querido decir, pero igualmente, tampoco ninguno más se atrevió a querer romper el enigma que ocultaba el destino hacia dicho lugar.

Las mujeres solteras del pueblo estaban extasiadas con él y entretejían un gran despliegue de fantasías con respecto a su pasado. 

En tanto, Don Jaime, un anciano que hacía dos años, se había instalado en el pueblo, se había quedado sorprendido con la explosión de modificaciones en el humor que había provocado la llegada de ese extraño.  Era como si él les hubiera inoculado inyecciones de energía y con ello hubiera matado la rutina.  Hasta presentía cierto nivel de entusiasmo en su hija Lucía quien estaba pasando sus vacaciones con él.

Aunque esa tarde, Don Jaime pudo comprender lo que antes se había negado a ver.  El hecho se dio cuando Lucía, salió con el pretexto dar una vuelta, y el trató de ordenar unos apuntes que su hija había dejado descuidados sobre el escritorio.  Fue así como entrevió que aparentemente estaban referidos a las sensaciones que Gregorio provocaba en los habitantes del poblado y sintió curiosidad por leerlos.  Entre tales definiciones, Lucía había escrito.

“lo veían como un caminante arriesgado, misterioso, que nadaba siempre entre esos interrogantes obstinados que a las mujeres les daban ganas de adivinar…” y agregaba, que

“esto se producía simplemente, porque él tenía emblemas de ríos sosteniéndole la mirada, ríos de introducciones hacia alguna paz.  Que, para ellas, un mecanismo inerte le raía asilos en el alma, le encendía silencios como osadías, formando riberas en su soledad.  Que las mismas, idealizaban esa imagen, que se imponía como la de un hermoso opresor saturando otro día más…”    más adelante, a la vuelta de una página, continuaba.

“lo que ellas no veían, era que, en él extraño, había un rayo salpicando anhelos, dando penumbras, que buscaba por la ribera una frase más…”. Y en otra parte, seguía.

“Que, en tanto esa tarde, mientras él se alejaba por la senda, alguien trenzaba llamaradas de ilusiones en su pelo, como si la vida fuera solo esa bruma que nunca se pudiera esparcir y poblara toda la realidad. Que alguien, salía risueña, besando ramadas de tilos por la senda de las sensaciones entrelazadas de fantasías.  Que todo la acompañaba esa tarde como si fuera a encontrarse con cascadas de estrellas después de la agonizante espera hasta el ocaso del sol.  Nadie se lo imaginaba.  Gregorio estaba gimiendo el encuentro y ella brumando los tiempos para poder llegar...”-

Fue así como Don Jaime sin quererlo, casi en un instante develó los secretos del pueblo y por un largo rato, se quedó paralizado observando por la ventana como la noche recién llegada iba desparramando las sombras y las estrellas sin preguntar.  Finalmente, exhaló un suspiro y dejó los papeles en el escritorio como estaban, tomó su pipa y salió a fumar a la galería mientras buscaba esa estrella que con el correr de los años se había convertido en su mejor compañía, para comentarle sobre lo sorprendente que se volvían a veces esas cuestiones del atardecer.

- por Cristina Ferreyra.


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Sobre la autora

Cristina Ferreyra (22 de Julio)

Licenciada en Psicología (Universidad John F. Kennedy)  
Maestría en Neuropsicología (Instituto Fleming)
Solo soy alguien que aprendió a escuchar a encender y guiar la exploración de Universos Infinitos.  Que a partir de todos ellos, descubrió que lo que cura la "Lo-cura" mas que nada son los afectos que cubren los huecos vaciados y se expresan con el alma. Soy esa que de pronto comenzó a observar, y transcribir a la letra, los rezagos del ayer, para poder regresar las palabras de ese tiempo que se fue y permaneció arribando en silencio, entre la realidad y los sueños imantados del pasado.