El viento
pasaba cargado de sortilegios en ese tiempo.
Por
las mañanas, mientras me tomaba un café con tostadas, me dispersaba contemplando
la instalación de las estructuras del circo.
La
familia circense regresaba todos los años en la misma época.
A
mi me gustaba contemplar, el grado de pasión que demostraba uno de los hombres encargados
de armar la carpa.
Se
diferenciaba de todos los demás por la devoción con que resolvía la incógnita
de los ensambles de cada parte del rompecabezas.
Por
el atardecer, lo veía sentarse bajo un olmo a pensar en quién sabe qué cosas.
Una
vez, tuve que ir a llevar una carta dirigida al circo que habían dejado en el
buzón de mi casa. Al llegar, me quedé
absorta, observándolo trabajar, hasta que se dio cuenta que lo estaba acechando y se
volvió. Me clavó una mirada clara y
translúcida y me sonrió. Tenía una sonrisa franca a la que seguro algún
pintor le hubiera gustado detener en un lienzo… Yo que yacía perturbada bajo el
embrujo de esa bella imagen, le conté tímidamente la razón por la que
había ido, y al escucharme, se deslizó velozmente del caño en el que estaba
trepado. Miró atentamente el sobre, se puso serio y me
respondió
-Es
para mi. Gracias! -
- No por nada - le contesté, mientras me volvía en dirección a
mi casa.
Durante
el camino traté de responderme mil preguntas, entre ellas; -De donde procedería
la carta?- - Porqué había cambiado tan abruptamente su humor?- _quién lo estaría
reclamando?-…
Al
día siguiente no lo vi. Me enteré por mi hermano que lo frecuentaba
seguido, que lo habían dejado
faltar para que pudiera solucionar un problema familiar.
Pasaron
tres días hasta que regresó. Estaba justo parado
en la puerta de entrada de mi casa, porque venía a invitarnos a la primera
función.
Nos
quedamos un rato mirándonos en silencio sin decirnos nada. Entre nosotros, nada prosperaba, ni moría,
solo estaba, permanecía.
Desde
que se fue, no pude hacer otra cosa que pensar en él. Me había
hechizado, así como en ese instante en el que estaba parado frente a mí, y no
podía pronunciar palabra.
-Me
gustaría que concurrieras con tus hermanos a la primera función. Si Gracias ! - Le respondí entusiasmada.
-Te voy a estar esperando - me dijo a la vez que se daba vuelta para emprender su regreso a su mundo iluminado.
Al
día siguiente, fuimos con mis hermanas a la función. Había mucha gente a
la entrada, y me pareció que iba a ser difícil encontrarlo, aunque de pronto lo
vi y cuando nos descubrió nos saludó levantando su brazo y agitándolo contento en tanto venia
hacia nuestro encuentro.
– Vengan, pasen - nos guío
por la carpa, nos acomodó en un lugar estratégico y se fue, quedando en
buscarnos al término de la inauguración.
Me
gustó mucho el espectáculo. Todos los años cambiaba. Me quedé
sorprendida cuando lo vi aparecer en el show de trapecio, porque, recordé que
lo había visto años, atrás haciendo el mismo show con la misma chica.
Cuando terminó la gala vino a saludarnos y nos preguntó si queríamos ir a tomar
algo al bar del gazebo. Mis hermanas se disculparon aludiendo a sus compromiso, en cambio, yo acepté, y nos fuimos a sentar a una mesa que
quedaba en la orilla. El contagiaba
una inmensa sensación de paz con su presencia.
–Ahora
me reconociste? -
-Si recordé que te vi de chico volar por los
aires con tu hermana-
“-Me
gusta cuando me observas. Me haces sentir cuidado- Me dijo de repente. No supe
que responderle, me daba vergüenza que se hubiera dado cuenta.
En
cambio el, al verme desconcertada se largó a
reír a carcajadas. Era tan
contagiosa su risa que me hizo reír a mi también de mi misma. Luego, toda la conversación rondo sobre el
tema del circo, y de la función, nada que pudiera aludir a su intimidad ni a la
mía. En un momento dado, me preguntó
– Te quedas conmigo esta noche? – Lo miré, había un camino tan largo recorriendo
la profundidad de sus ojos. Unos pájaros
atolondrados, levantaron vuelo hacia alguna parte.
-No
- le dije. No podía entender lo que sentía,
pero seguro tenía
que ver con discrepancias, falta de acuerdos en los tiempos, y con las incoincidencias
del destino. Me acompañó a mi casa.
Ambos fuimos callados…Cuando llegamos , me preguntó.
-¿Nos
vemos mañana?- En esto nuevamente se imponían discrepancias
entre los hechos, que estaban en desacuerdo. Mi tiempo
y su tiempo, la incógnita y el silencio, una vida nómade y vagabunda, repleta
de encuentros y desencuentros, en la que se acostumbraban las pérdidas… y una
vida simple, sin censuras previas.
-
Si- le dije. Hasta mañana-
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